Mariano Castro
Piensa sólo en la mano
cuando traza estos signos.
Contempla en el papel
la tinta de la pluma,
oscura aparición de un límite invisible.
Detén el pensamiento,
el ruido de las voces,
el torbellino atroz de las imágenes,
la tormenta nocturna de las formas
buscando su materia.
Escucha, ahora, el silencio;
no esperes nada más,
y reposa, por fin, ya sosegado.
Escupe tu palabra
en el rostro de nadie,
porque nadie expone
su rostro a una palabra
que pueda desmentirlo.
Pues exigen un acto los disfraces,
transformador, mas leve,
como pensamiento de púlpito o tribuna
formal de paradigmas.
Escupe tu palabra,
hazte nadie en tu rostro
y sella con el fuego
otro signo invisible:
el único viático
de un encendido errar.
Concede a quien de ti
no se separa nunca,
en virtud de una noble servidumbre,
el valor que atesora
y, sin embargo, es tuyo.
Solo entonces podrás reconocer
a un extranjero
como siempre merece.
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