Fernando Herrera
y otros deseos vivos que yo para evitar
que se mueran conmigo más ardientes
los pongo en otro tiempo
Juan Jiménez (Epigramas)
I
Ayunar
con la otra mejilla.
En cada uno
beber
la carne
que aguarda
la enfermedad.
Solo nos queda
preguntar nada
en manos de Dios.
¿Qué hemos hecho?
Padre
(dime,
quién eres).
Madre
(sonríe,
has nacido).
Hijo
(mírame,
en tus brazos).
A tu lado
podré morir.
Al ritmo de la resaca
el siglo
se busca:
el día del acabamiento
se busca.
Tú, que no estás.
Escuchamos tu miedo en el pajar
a intervalos
como respuesta.
Romper a
hablar
en la inmundicia,
romper.
(En el fondo,
es el polvo
en el aire,
¿verdad?).
Es
el corazón,
su fardo
caído.
Sueño de más,
la noche sigue.
No sabe qué decir,
pero sigue;
Crudo
(al inicio,
al final)
dieron tu nombre
al despojo;
recuerda.
Imagen retirada:
nos trae,
de su quita,
nos
parte.
(Por el sendero
baja,
huye
entre las piedras):
heme aquí.
Camino
de la urna
extranjera.
Las lápidas resisten
en la
mesa
servida.
Del que fue
del que es
del que viene.
Otro costal,
marrano.
Lázaro, pueblo bajo tierra.
De nunca haber vivido
fue breve
perecer.
Ante la fosa común
solo rezamos
por la herejía.
De quebranto,
vencerse.
De la era,
expulsarse.
Cuando salga la noche.
Pasos atrás
a lo visible,
una herida,
mañana.
Cuando entre la queda,
mañana.
Cruza, se deja.
No está.
Astillas
tras el corazón
que despierte de vivir.
La mano se corta.
Te deja.
No está.
Del coro una voz
se extiende.
Días de quema.
Izaaka,
Ester,
Kupa,
Jakuba.
Porosa era el agua
que nos dieron
al llegar.
Tus hijos
se abrazan,
sus músculos quemados.
Nadie habla.
Que nadie
hable
por nosotros.
Será tu palabra
enterrada
en ti.
Piedra escrita, sin lugar,
arde.
Amén,
confeso
por otra creación.
Toca tu costado.
No podrás llevarte
el pan a la boca.
Si no cautivo
a través,
la viga;
a rompiente
apenas
logra
decir.
¿Dónde está tu hermano?
Revivirá
en dos
cualquier fecha:
hará,
más que el número,
un corte,
la deriva.
Cabo
o mordaza;
signo
ahora
y en la hora.
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